martes, 5 de abril de 2011

Mujeres en la poesía: Sylvia Plath


Tras unos días inactivo, inauguramos el mes de abril dedicándolo a la Literatura, dado que en este mes celebramos el Día del Libro.

Asimismo, queremos reivindicar la figura de las mujeres escritoras, novelistas, poetas, ensayistas, que han quedado ocultas a lo largo de la Historia, sólo por su condición femenina. Mujeres que han sido ninguneadas, que han tenido que escribir en secreto, que han soportado críticas por pretender dedicarse a escribir, e incluso, mujeres a las que sus maridos han llegado a robar sus obras.

Vamos a comenzar por Sylvia Plath, una poeta norteamericana autora una obra bellísima y trágica. Casada con otro poeta, Ted Hughes, su relación con él marcó gran parte de sus escritos. Aquí te presentamos uno de ellos y te animamos a que leas más, pinchando en este enlace: Poemas de Sylvia Plath.

Carta de amor

No es fácil expresar lo que has cambiado.
Si ahora estoy viva entonces muerta he estado,
aunque, como una piedra, sin saberlo,
quieta en mi sitio, mi hábito siguiendo.
No me moviste un ápice, tampoco
me dejaste hacia el cielo alzar los ojos
en paz, sin esperanza, por supuesto,
de asir los astros o el azul con ellos.

No fue eso. Dormí: una serpiente
como una roca entre las rocas hiende
el intervalo del invierno blanco,
cual mis vecinos, nunca disfrutando
del millón de mejillas cinceladas
que a cada instante para fundir se alzan
las mías de basalto. Como ángeles
que lloran por la gente tonta hacen
lágrimas que se congelan. Los muertos
tenían yelmos helados. No les creo.

Me dormí como un dedo curvo yace.
Lo primero que vi fue puro aire
y gotas que se alzaban de un rocío
límpidas como espíritus. y miro
densas y mudas piedras en tomo a mí,
sin comprender. Reluzco y me deshojo
como mica que a sí misma se escancie,
igual que un líquido entre patas de ave,
entre tallos de planta. Mas no pienses
que me engañaste, eras transparente.

Árbol y piedra nítidos, sin sombras.
Mi dedo, cual cristal de luz sonora.
Yo florecía como rama en marzo:
una pierna y un brazo y otro brazo.
De piedra a nube iba yo ascendiendo.
A una especie de dios ya me asemejo,
hiende el aire la veste de mi alma
cual pura hoja de hielo. Es una dádiva.

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